
En los últimos años muchas personas han cambiado las grandes urbes por ciudades medianas y pueblos huyendo del bullicio, la contaminación y la despersonalización y buscando pisos más asequibles, tranquilidad y contacto con la naturaleza. Doy fe de ello porque he visto a muchas familias queridas marchar de mi ciudad.
La pandemia ha acelerado la tendencia, esta pandemia nos está revolucionando a todos, nos ha tocado hacer cambios importantes en nuestra cotidianidad y nos ha hecho replantear nuestro estilo de vida. Algunos ya tenían ganas desde hace tiempo de marcharse de sus minipisos y el teletrabajo les ha empujado a tomar la decisión trascendente de mudarse a un entorno rural.
Algunos medios se asombran y dan fe del éxodo al revés, de cómo los urbanitas cambian el asfalto por el campo en contraposición a lo que venía ocurriendo desde hace décadas cuando los pueblos se vaciaban paulatinamente llegando incluso a la despoblación.
Sé que muchas personas vuelven porque crecieron en pueblos y sienten que la vida en la ciudad es demasiado feroz, pero también me consta que algunas de las personas que vuelven solo han pisado un pueblo en vacaciones cortas o ni siquiera han tenido uno. Algunos se marchan al campo sin tener experiencia de lo que significa vivir allí, dicen desear ese estilo de vida que han idealizado. Una película que habla de eso en clave de comedia es “Las ovejas no pierden el tren”.
A parte de las ventajas obvias de vivir en el campo y las desventajas de vivir en la ciudad…
¿Hay algo genealógico y/o transgeneracional detrás de la decisión de cambiar el asfalto por la naturaleza?
Yo pienso que sí, de hecho el año pasado hablé sobre ello en mi cuenta de Instagram y con este post quiero ampliar esas reflexiones.
En aquella publicación planteaba mi teoría: creo que algunos hijos y nietos de aquellos que se marcharon a la ciudad buscando una vida mejor están volviendo a los pueblos para cerrar un círculo. y mencionaba el concepto de duelo transgeneracional de la emigración al que dediqué un post, ¡recupéralo!
La añoranza que pudieron sentir padres y abuelos por su pueblo, su paisaje, sus paisanos, sus fiestas, sus costumbres, etc., el desarraigo en la tierra de acogida, la tristeza o la culpa por haber abandonado su tierra, etc. puede haber llegado hasta las siguientes generaciones que acaban tomando la decisión de llevar una vida rural sin saber que una parte de su motivación es inconsciente y que lo que persiguen aunque no lo sepan es compensar la desazón mantenida en el tiempo de sus parientes.
Aquellos que antaño cogieron las maletas y marcharon a las ciudades pudieron hacerlo para vivir una aventura, fueron pocos, en realidad la mayoría huían del hastío y la miseria, de la falta de oportunidades, querían un jornal, no estar a merced de las incertidumbres propias del campo, otros se marcharon porque les arrebataron sus tierras por ser rojos, por la represión a la que eran sometidos por ser considerados un peligro social por sus ideas, identidad u orientación sexual.
Algunos inmigrantes no quisieron volver nunca a sus pueblos. Parece que hemos idealizado y romantizado la vida rural y olvidamos que en en estos lugares se vigilaba los movimientos de los paisanos, con quién ibas, cómo te vestías; se criticaba y sancionaba lo diferente, así que muchos en cuanto pudieron se fueron en busca de libertad lo más lejos posible y no regresaron y si volvieron lo hicieron con muchas reticencias o para demostrar algo. Una muy buena película genealógica con un reparto espectacular que habla del lado oscuro de los pueblos es “Todos lo saben”.
La mayoría de inmigrantes no perdieron el contacto con sus orígenes, volvieron en vacaciones a sus pueblos, compraron casas o se construyeron sus segundas residencias. No se desvincularon nunca de sus raíces y transmitieron a sus descendientes el amor a veces desmedido por ese territorio.
Si tienes buenos recuerdos de tu pueblo es fácil entender por qué hacer tu vida allí, por nostalgia, por convencimiento, pero si el pueblo más bien te daba pereza y aun así has acabado allí porque has recibido en herencia una casa, seguramente estás quedándote en un sitio porque no quieres arriesgar a seguir tu propio camino. ¿Has pensado si hay algún asunto familiar del pasado que solucionar? Un tema pendiente puede resultar un imán para los descendientes de los implicados en ese asunto, como pasa en la novela y la película “Palmeras en la nieve” de la que hablé en el post Mi familia soy yo.
Pienso que si no se toma consciencia de la motivación genealógica oculta para ir a vivir a un pueblo a corto o medio plazo las personas no se adaptaran, pueden acabar teniendo problemas en el pueblo y/o volver a la ciudad sin entender bien qué ha pasado.
Tanto si decides vivir en la ciudad como en un pueblo puedes tener una buena vida, las dos opciones tienen pros y contras.
Si sopesas con calma qué estilo de vida es el que mejor encaja contigo y no te dejas llevar por un impulso tendrás más posibilidades de acertar con tu decisión.
¿Tú te has marchado a vivir de una ciudad a un pueblo?
¿No, pero quieres hacerlo pronto?
Fotografría: Enrique Domínguez
Excelentes artículos y recursos gcias
Me alegro de que te lo parezcan, Nelson.
Hola gracias, el artículo de la migración me llegó mucho porque precisamente fui de vacaciones a un pueblo y decidí que me voy a vivir allá, cerca a ese pueblo vivió mi bisabuelo paterno, mi abuela paterna y mucha más familia y mi hermana también va a migrar a otro país, es como un llamado del alma
Hola Alexandra,
Sois muchas personas las que habláis de ese “llamado del alma”. Es bueno que sepáis de dónde viene.
Saludos
Hola siempre he sentido que no pertenezco al sitio donde naci y vio, simpre busco lugares para viajar, vivi un año por fuera pero el llamado sigue ahi. Ahora estoy buscando emigrar a otro pais.
Hola Elaine,
Espero que encuentres un lugar en el que te sientas como en casa.
Saludos
Hola, Mireia. Qué artículo tan interesante. Yo te cuento que, en mi caso, me he sentido referenciada. Soy bisnieta de ocho bisabuelos españoles y nunca pudieron volver a su España, pero por lo que a mí me toca tengo pendiente conocer España sólo por cerrar este ciclo familiar, aunque no pienso mudarme allí. Te felicito por el posteo. Saludos.
Hola Gabriela,
Parece que tu caso se ajusta más a lo que conté el post el duelo transgeneracional de la emigración, https://tataranietos.com/2018/12/11/el-duelo-transgeneracional-de-la-emigracion/, seguro que ese viaje de vuelta a los orígenes te sentará bien.
Un abrazo