
Quien más, quien menos tiene conflictos familiares pendientes.
Yo la primera.
Son asuntos de diferente índole (injusticias económicas, desavenencias políticas, imposiciones de decisiones, toma de decisiones polémicas, prioridades diferentes, infidelidades, etc.) que condicionan la manera de relacionarnos con un determinado familiar, con algunos de ellos, con muchos a la vez, con otras personas ajenas al conflicto y por supuesto, con uno mismo.
Hay conflictos de muchos tipos.
Los hay que nacen en ti y los hay que se originan en otros.
Pasajeros o duraderos.
Resueltos o abiertos.
Superficiales o profundos
De menor y de mayor embergadura.
Conscientes, o impensables.
Conflictos ha habido, hay y habrá siempre
Ser animales sociales y vivir en comunidades es lo que tiene.
No siempre nos vamos a poner de acuerdo en todo con quien interactuamos, y más si convivimos, y eso va a generar problemas.
A la mayoría de las personas no nos gusta tener conflictos, pero nos vemos involucradas en ellos porque una vida sin conflictos equivaldría a llevar vida asceta sin contacto con personas (salir huyendo cada vez que hay un desacuerdo, no significa no tenerlos).
También hay quien parece adicto a las broncas. Quizás porque la manera en que ha sido socializado es peleándose, liándola… Y se ha convertido en alguien que o bien ataca preventivamente, en alguien que se defiende mucho o, esto hay que tenerlo en cuenta, alguien a quien se detecta como un chivo expiatorio fácil y al que le caen todos los marrones.
Los conflictos familiares son comunes
Podemos querer lo mismo y chocar o podemos querer cosas diferentes y también chocar. Es fácil chocar, pero eso no tiene que ser grave si se gestiona adecuadamente.
Desde no querer compartir un objeto, no seguir una determinada costumbre o una norma de convivencia hasta pensar diferente sobre un tema importante.
Bajar la tapa del váter, recoger la ropa sucia, limpiar u ordenar estancias… Todos estos son conflictos pequeños y cotidianos que pueden devenir en mayores si son reiterados).
No casarte con quien tu padre escogió, elegir unos estudios que disgustan a tu madre, tomar decisiones propias que perjudican los intereses o expectativas de otros… Todo eso puede generar conflictos. Desobedecer los mandatos de quien ostente el poder en la familia dentro y fuera del hogar puede hasta generar el destierro.
Conflictos, violencias y abusos
Ojalá saber tener conflictos pacíficos y no caer en violencias, ¿verdad?
La mayoría no hemos sido educados para afrontar desencuentros enfrentándonos a la situación siendo pacientes y amables, tenemos una historia más o menos difícil detrás, así que muchas veces solucionamos nuestras diferencias con actitudes violentas cronificando conflictos, haciéndolos más grandes de lo que podrían haber sido en un principio si no hubiéramos perdido los papeles o hubiéramos magnificado el desacuerdo.
¿Sabemos resolver todos los conflictos sin levantar la voz, sin imponernos, sin usar palabras soeces, sin esconder información, sin manipular o sin victimizarnos?
Difícil ser la perfecta persona solucionadora de conflictos.
Sobre todo porque no hemos tenido de quién aprender.
A veces, más de las que nos gustaría admitir, no lo hacemos bien.
Ahora bien, aunque no lo hagamos bien no todos los conflictos mal gestionados son abusos y mucho menos acaban convirtiéndose luego en traumas (si todo es trauma, nada lo es).
Hay quien diferencia entre problemas y conflictos entendiendo que conflicto equivale a problema gestionado con violencia. Yo no. Y además, estoy con Sarah Schulman el conflicto no es abuso.
Discutir, incluso pelear, con otra persona no equivale de por sí en abusar.
Se puede gestionar un conflicto sin asertividad y no ser todo lo comprensivo y cariñoso que se podría ser por carecer de habilidades de comunicación, pero para que un conflicto se convierta en un abuso tiene que haber premeditación, asimetría de poder y/o vejación.
Digo todo esto porque te ayudará a sopesar la gravedad de los conflictos en los que te has involucrado y así resolverlos, si se puede, mucho mejor.
Cómo resolver conflictos familiares
Primero, dándote cuenta de que los tienes (quizás te vaya bien hacer una lista, de verdad que no es mala idea hacerla), pero…
No hay receta.
No hay protocolo.
La mayoría de los conflictos con padres, tíos, hermanos o primos… tienen genealogía y hacen referencia a otros anteriores, así que si tienes alguno que te preocupa mucho buscar su inicio, te puede ayudar (eso suele pasar con las herencias, repartir un patrimonio saca a flote viejas rencillas).
Resolver un conflicto depende de la dimensión del conflicto y sobre todo de la educación, personalidad y talante de las personas implicadas (eso te incluye).
Depende de ti, pero no solo de tu disposición.
Ayuda saber negociar, ceder y sobre todo saber aceptar las diferencias.
A veces se necesitan mediadores más neutrales y mejor preparados.
Y a veces hay que hacer reset, admitir las carencias emocionales del pasado y del presente, los errores propios y ajenos y buscar perdonar o ser perdonado, algo que solo pasa si los involucrados se sienten preparados.
¿Quieres saber más sobre conflictos familiares pendientes
Pues tengo 2 clases en línea de 2 horas en las que profundizo en conflictos: una es sobre los conflictos con nuestros padres y la otra es sobre los conflictos con nuestros hijos.
Te pueden venir muy bien si quieres ayuda para detectar y abordar temas pendientes.


¿Y quieres sumergirte en conflictos familiares de ficción?
Creo que las ficciones nos ayudan a comprender la realidad, así que aquí tienes una lista enorme de películas y aquí otra de series.
La ficción más reciente que he visto sobre conflictos familiares es la miniserie «Legado» de Netflix, protagonizada por José Coronado, el poderoso y contradictorio patriarca de la familia Seligman que hace y deshace a su antojo con su familia, su periódico y sus políticos y que no sale de un follón y se mete en otro peor.
Un poco «Succesion», sí (una serie que me pareció muy bruta y no pude ver más que un capítulo).




