
En mis 10 años estudiando árboles genealógicos ajenos (con el mío llevo 2 más) he ayudado a muchos tataranietos a analizar con perspectiva genealógica temas de todo tipo (económicos, espirituales, relacionales, románticos, sexuales, identitarios, etc.).
De tanto en tanto, aunque no soy nutricionista, acompaño a personas a entender cómo su relación con la comida (y de rebote su relación con su cuerpo) tiene bastante que ver con cómo entienden la nutrición miembros de su genealogía (sobre todo sus padres, abuelos, cuidadores y/o parientes genéticos) que puede estar relacionado con eventos concretos de su pasado.
Más adelante, identificado el meollo del asunto, les resulta más fácil trabajar con profesionales de la nutrición.
Comer para muchas personas es un asunto complicado, tenso. Puede que lo haya sido siempre o que haya sucedido con el tiempo. Y como comer es algo que tener que hacer, en principio, cada día, una cuestión de supervivencia, es un asunto que merece bastante atención y análisis.
Para que quede claro: no todos los bloqueos con la nutrición tienen que ver con la familia, por supuesto, la forma de nutrirnos ha cambiado mucho en las últimas décadas, pero tiene mucha influencia en cada persona.
En este post te voy a dar unos ejemplos de situaciones que espero que te hagan pensar y si quieres acompañamiento, aquí me tienes…
Las consecuencias de las creencias
Las ideas sobre la alimentación se trasladan y se materializan con las personas que tenemos a nuestro cargo. El tipo de dieta, los alimentos promovidos y vetados, la frecuencia de la ingesta y la cantidad óptima de comida.
Hay hombres que no cocinan por la creencia transgeneracional de que es un asunto de mujeres y hay mujeres que les cuesta cocinar porque rechazan hacer el mismo trabajo infravalorado que realizaron las mujeres de su familia obligadas por una sociedad más patriarcal que la actual.
Hablando de machismo… Recuerdo el caso de una tataranieta con temas por resolver con la comida relacionados con que en su familia servían al padre y al primogénito más comida, de más calidad y antes que a los demás porque seguían normas antiguas de cuando los hombres eran los que trabajan en las tierras.
Es muy diferente asociar el comer al placer que asociarlo a la privación, relacionarlo al bienester o a problemas, a la creatividad o a la obligación.
Aprendemos a saber cuándo tenemos hambre, a reconocer cuándo estamos saciados, a saber qué alimentos podemos/debemos comer, cuándo y dónde. Esto que aprendemos puede ser erróneo o irnos a la contra porque no encaja con nosotros.
Como el comer se relaciona con tener buena salud se puede presionar a criaturas y adolescentes a que coman más o menos cantidad de determinados alimentos empleando violencia de diferente intensidad y eso se puede hacer desde que comienza la lactancia (todavía hay quien promueve la lactancia cada tantas horas) y las papillas con mezclas imposibles que algunas personas obligan a comer a bebés pese al rechazo…
Las manías a alimentos de tus familiares pueden ser también las tuyas.
¿Qué tipo de comida de temporada y kilómetro cero no consumes? ¿Son los mismos alimentos que no comían tus familiares o que se hartaron de comer?
¡Ah! Y puede ser que un alimento o grupo de alimentos los tengas vetados en tu dieta no por su sabor o por su origen animal o geográfico sino porque tengas asociado malos recuerdos al mismo.
Y también es posible que determinadas situaciones te produzcan más o menos ganas de comer por recordarte de forma más o menos consciente experiencias familiares pasadas.
Las consecuencias de la presión estética
La rigidez y las restricciones severas en cuestiones nutricionales pueden generar malestares diversos en las personas que no han decidido si una determinada dieta es saludable y le encaja para sí.
Si has tenido un progenitor, o más, hipervigilante de su propia línea, contaba calorías, criticaba su cuerpo y los de los demás, tipo madre de las almendras, tu relación con la comida seguramente ha estado siendo problemática.
Si en las reuniones familiares tíos, primos y otras personas vigilaban, comentaban o ridiculizaban lo que comías, tu forma de comer, tu peso… Puedes haber recibido un mensaje de vergüenza y culpa que puede acompañarte todavía.
Hay familias que han controlado el “valor en el mercado matrimonial” sobre todo de las mujeres supervisando su físico. Antaño se promovían las curvas, eso hablaba del estatus social de una familia que tenía patrimonio y no pasaba privaciones y ahora se promueve la delgadez, por la misma razón, para ser deseable.
Al contrario, en algunas familias se relaciona estar flaco con estar enfermo y se presiona a los miembros para que coman más sin buenos resultados.
Las consecuencias del hambre
El hambre que han pasado tus familiares y cuidadores puede haber condicionado tu forma de nutrirte.
Hay estudios de epigenética que demuestran que el hambre extrema por la que pasó una gestante puede derivar en diabetes y otras enfermedades en el hijo que estaba en su vientre y en los descendientes de este. Si quieres profundizar mira este post y esta clase en línea que hice para Familysearch.
No siempre un trauma se transmite excluivamenre por la vía genética, puede hacerse a través de la educación y la imitación.
En muchas familias se dice que “La comida no se tira” y así pequeños y grandes aprenden a comer de más sistemáticamente.
Pondré un ejemplo propio con el que creo que algunas personas os podéis identificar…
Mi abuela materna fue una niña durante la Guerra Civil y la postguerra. Pasó hambre, la verdad (y además tuvo que hacer frente a otros traumas).
Muchos años después fue una abuela cariñosa que alentaban a sus nietos a comer mucho, a que repetieran plato, le gustaba vernos comer. Cocinaba de más. y siempre tenía mucha comida en la alacena (por lo que pudiera pasar).
La escasez que vivió en su infancia y juventud derivó, cuando la situación económica y social se lo permitió, en sobreabundancia.
Mi abuela fue una de mis cuidadoreas, así que fui una niña que comió de más, hoy por hoy soy una adulta que come de más porque le cuesta saber cuándo está saciada.
¿Te suena? Estoy trabajando en ello, por cierto.
Decirte que no todas las personas que han pasado por privaciones nutricionales responden igual, algunas personas/familias después de haber pasado hambre no se exceden con la comida y siguen con restricciones pasado el tiempo.
¿Te identificas con alguna de las situaciones que he comentado? ¿Te he hecho reflexionar
Pues déjame un comentario, ¡anda!
Hola.
En que libro se puede leer más sobre este tema, ya que en el blog, se toca muy superficialmente.
De antemano gracias.
Hola Karina:
No conozco ningún libro que aborde este tema. El post es eso, un post, y por eso no profundizo.
Saludos