La primera vez que escuché el “Primero mis dientes y luego mis parientes” pensé “¡ala, qué dicho más bestia!”.
No es el peor que he escuchado sobre el tema de las relaciones familiares, me impactó mas el “¿Bien o en familia?” pero igualmente es interesante de analizar.
Esta frase habla de egoísmo y supervivencia.
En un lenguaje menos simbólico y más directo lo traduciría por “Primero yo y una vez yo ya esté servido, atenderé, si acaso, a los demás, incluso si son personas con las que tengo una relación próxima”.
Creo que muy pocos tataranietos suscribiríamos esto, de lo que sí estoy convencida es que muchos lo ponemos en práctica.
Vivimos en una sociedad capitalista que nos empuja al individualismo, nos bombardean con mensajes egoístas continuamente y acabamos incorporándolos en nuestra cotidianidad hasta acabar cayendo en el egoísmo más vergonzante para con las personas que nos rodean, sobre todo las más débiles, las que necesitan cuidados y protección extra, las que no tienen voz. Compramos ropa fabricada por niños, miramos hacia otro lado cuando nos hablan de refugiados, de presos políticos, de torturas, no movemos un dedo para denunciar masacres como las de los rohinyas…
“Una triple obligación: la de dar, la de recibir, y la de devolver”.
Marcel Mauss
Nos olvidamos que hemos devenido adultos porque otro nos han cuidado cuando éramos dependientes, mejor o peor pero así ha sido, otros han priorizado nuestro bienestar a sus apetencias.
Nos olvidamos que somos una gran familia humana, que no sobrevivimos sin la ayuda y compañía de los demás.
Nos olvidamos de la compasión y entramos en “modo supervivencia”, un “modo carencia” que no trae más que más injusticias y desigualdad.
Nos olvidamos que somos seres biopsicosociales que llevan desde siempre arreglándoselas para vivir en comunidad de la mejor manera posible.
Comunidades imperfectas pero imprescindibles.
Ponernos por delante de la comunidad nos salva el culo como individuos pero no como especie, así que aunque no tienes que olvidarte de ti y de tus necesidades, acabarás sintiéndote más pleno si atiendes a la vez las de los demás.
¿Tus dientes?
¿O tus parientes?
Fotografía: pexels.com
Aunque es una gran carga psicológica y emocional, mi esposa y yo cuidamos a mi madre que tiene 91 años u padece de demencia senil. En marzo hará cinco años que la estamos cuidando. Tengo conocidos que también pasan por un trago semejante, pero que afortunadamente se turnan los hermanos. Sin embargo, no entiendo porque existen tantas personas mayores en la residencias que no reciben visitas de sus familiares, o que las encargan a mujeres no cualificadas por un mísero sueldo para que las cuiden.
Bien dices, Mireia, que como hijos debemos muchas cosas que agradecer a nuestros padres, aunque nuestras relaciones con ellos hayan sido conflictivas. Me refiero la hecho de darnos la vida, de habernos criado, alimentado, dado una educación, en algunos casos pagarnos los estudios, transmitirnos unos valores morales válidos, el cariño, el amor, el sacrificio, los sinsabores que han pasado en algunos casos por no saber entendernos y al revés. Y a esto también lo extiendo a los padres y madres que nos han transmitido traumas y no nos han dado todo lo que hubiéramos querido a causa de sus limitaciones.
Sé de lo que hablo, porque he tenido un padre ausente y con una actitud cobarde ante la vida y una madre demasiado sobreprotectora que me han creado huecos importantes en mi personalidad de inmadurez. Y a pesar de ello, la cuido, porque es un imperativo categórico moral de cuidar a quien te ha cuidado, a pesar de sus limitaciones y fallos que haya tenido. Por ello, hay que ser generosos y respetuosos con nuestros mayores, porque en mayor o menor medida algo les debemos.
Gracias por tu reflexión Royo.
Hay muchas personas que al haber tenido malas relaciones con sus padres, los apartan de su presente, sobre todo en la etapa de la vejez cuando estos son más vulnerables.
Yo puedo entender esta actitud porque quien lo hace es una persona que todavía siente un resentimiento que tendría que revisar, ese asunto seguro que le afecta en más ámbitos de su vida.
Malos padres hay de muchos tipos y no es lo mismo no haber sido desatendido afectivamente, haber recibido órdenes dictatoriales o haber recibido palizas. Hay personas que siguen bloqueadas, es más, traumatizadas, por el modo en que fueron criados y merecen recibir acompañamiento para superarlo antes que embarcarse en el cuidado de personas mayores por las que sienten emociones que se pueden desbocar.
El hecho es que la mayoría de nosotros no hemos tenido unos padres fabulosos, y tampoco ahora lo somos nosotros, la verdad, y nos hemos relacionado con ellos con miedo, con ira, con tristeza lo cual ha dejado cicatrizas pero no heridas de muerte. Así que si logramos entender por qué nuestros padres estaban llenos de odios, miedos y tristezas y nos los transmitieron, vamos a poder empatizar con ellos y hacer las paces con los momentos tensos que hayamos vivido juntos. La genealogía es una herramienta que nos facilita lograrlo.
Y si ese proceso nos conduce a dar el paso de cuidarles nosotros a ellos, será fabuloso porque repararemos nuestra historia familiar.
Un abrazo!
Muchas gracias, Mireia, por tus reflexiones. Hay que reconocer la dificultad de perdonar, pero al fin y al cabo creo que es necesario hacerlo, para no cargar el resto de la vida con el resentimiento y el odio, e inconscientemente pasarlos a los de la siguiente generación. Al cuidar a mi madre, contribuyo a curar la herida intergeneracional que hubo entre nosotros, me permite perdonarla y, a cambio, curar mis heridas emocionales.
Cuando leí la frase de los dientes, lo primero que me vino a la cabeza fue la recomendación en los aviones de ponerse primero el chaleco y la máscara de oxígeno el adulto y luego ponérselos a los niños; y lo segundo, aquello de amar al prójimo como a uno mismo, o sea primero me considero yo y con esa medida a los demás.
Yo sí veo la frase como de supervivencia, pero no de egoísmo. Creo que en lo primero que pensamos siempre es en nosotros mismos y está en nuestra naturaleza, en el instinto más primitivo de supervivencia; al ponerme primero no excluyo a los demás de mi vida, siempre voy a relacionarme y sentirme a gusto con los demás, una cosa no quita la otra, puedo cuidar a mis hijos, a mi madre anciana, a cualquier persona que me necesite, sin tener que perder mi sentido de mí misma, sin agotarme, sin negarme, reconociendo mis limitaciones y mis necesidades.
Hola Marta,
Gracias por la aportación. Tienes mucha razón en que para poder cuidar a los otros, sobre todo cuando eres madre, has de estar bien, pero estar bien implica aceptar recibir los cuidados de otros (incluidos sus servicios y productos pagados) y agradecerlo, no nos cuidamos solos, somos interdependientes, así que esto es un círculo, yo doy, ese otro le da otra persona, quizás me dé un poco a mí, otro me da más, etc. Dar y recibir, da y recibir. Si me quedo yo más por si más adelante me hace falta o le hace falta a alguien es lícito pero rompe el equilibrio.
Un abrazo
Es cierto, en el fondo estamos unidos, le guste o no a nuestro ego. Cuidarte y cuidar a otros es un poco lo mismo. Al igual que hacer daño a otros y hacértelo a ti, también acaba relacionándose.
Mirar sólo mi obligo puede servirme de forma inmediata y aparente, pero no de forma estable y a largo plazo.
Creo que es una realidad objetiva. Sin embargo, me parece vital comprenderlo y hacerlo de corazón, no por imposición moral, lo cuál resulta muy muy tóxico.
En fin, un placer leerte, Mireia!
Hola Cristina,
Me alegra saber que gusta lo que escribo, la verdad, sentí una necesidad de escribirlo muy grande.
Lo que explico no es un dogma, sino algo que estaría bien que fuéramos incorporando en el día a día. Ayer por ejemplo, me topé en un establecimiento con una situación muy desagradable, iba acompañada de una de mis hijas, podría haberme ido y hacer como que no iba conmigo, pero me puse en el lugar de una persona indefensa e intenté sin mucho éxito parar una injusticia.
Soy la sociedad en la que vivo y si quiero una sociedad mejor tengo que demostrarlo.
Por cierto, otro día hablaré de aporafobia
Un abrazo
Mireia gratitud infinita por tu inspiración a la familia pero sobre todo a los ancestros. Mi padre falleció en diciembre y me ha costado demasiado el duelo pero cuando me encontré contigo me sentí mucho mejor al bucear en las profundidades de mi árbol genealógico y ser empatiza con mi padre y demás ancestros. Me gustaría saber si hay posibilidad de una terapia para todos los miembros de mi familia o que me recomiendas por favor ? Gracias
Hola Leidy,
Me alegro de que mi trabajo te haya acompañado en las primeras semanas del duelo por tu padre.
Creo que antes de atender con otros miembros de tu familia, tendría que hablar contigo.
En esta página tienes más información de mis sesiones en línea: https://tataranietos.com/analisis-arbol-genealogico-transgeneracional/
Un abrazo