Sangre de mi sangre…
Carne de mis entrañas…
Las familias pueden ser construida a través de los genes. Es la posibilidad más reconocida socialmente pero es una más.
Eso sí, nuestra cultura sigue relacionando familia con perpetuación de los genes, a pesar de que las familias no solo se componen de personas con las nos une la “sangre”. Diría más, algunas personas con las que compartimos genes no las consideraremos nunca de la familia.
Una familia está compuesta por personas con las que nos une el afecto, los genes, la crianza, los desencuentros y muchísimos asuntos más.
La sangre es más espesa que el agua…
La sangre nos ocupa y nos preocupa.
Los genes que heredamos pueden propiciar nuestra felicidad o infelicidad, pero no lo es todo…
Una buena o mala crianza puede marcar mucho más.
Se han escrito unas cuantas obras con el título Sangre de mi sangre, entre ellas un libro de Alistair MacLeod y una novela autobiográfica de Rosa Regàs que cuenta “la aventura de tener hijos”.
Ralfi, ninguna persona nos conocerá en 200 años ¡4 generaciones y el olvido total! ¡Desapareceremos completamente!
Amanda, personaje de “Sangre de mi sangre”
La semana pasada leí el cómic Sangre de mi sangre de Lola Lorente editado por Astiberri. Una historia oscura en la que una madre muerta y un padre desaparecido están muy presentes para los protagonistas. Como dice en su contraportada, Lola Lorente indaga “en la relaciones y jerarquías que se establecen en cada familia, en cada micromundo”.
Además, conozco cuatro películas tituladas Sangre de mi sangre, dos de ellas cambiaron el nombre: un clásico de Joseph L. Manckiewicz: Musarañas, Padre nuestro y Sangue do Meu Sangue solo he visto la primera, una película de terror con un giro hacia el final de la película sorprendentemente genealógico.
¿Cuánto crees que pesa la sangre?
¿Cuánto te importa a ti la sangre?
Imagen: Astiberri, Rosa Regàs
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