No tenemos derecho a ser recordados como a nosotros nos gustaría pues somos para los demás personas distintas.
Yo soy muchos yos, la hija, la madre, la pareja, la amiga, la conocida, la genealogista, genialoga, geneista, genia o cómo quieran llamarme 🙂 (tampoco soy la misma Mireia hoy que hace 10 años pero eso es otro tema).
Cada uno de los que me sobreviva me recordará de forma diferente.
Puedo dejar preparada mi biografía para mi necrológica, pero no será la verdad, será una verdad, la mía, incluso puede que esconda algún secreto y hasta mienta un poco. ¿Crees que quiero que me recuerden por mis demonios internos?
No, no quiero que me recuerden por mis problemas y mis conflictos aunque hoy por hoy todavía no sé cómo quiero que me recuerden. Sé que quiero que me recuerden, que se conserven unas imágenes, unas palabras y sobre todo que un pedazo de mi viva en los corazones de mis descendientes…
Cuando se reinvidica el Derecho al olvido desde Europa me pregunto qué clase de persona quiere que la olviden. En Roma castigaban a los emperadores con la Damnatio memoriae si su gestión política no había gustado se borraba su rastro de la faz de la Tierra. Si lo piensas bien es muy cruel.
Entiendo que una persona pueda quieran borrar datos concretos que perjudiquen su reputación, que si en Internet aparece una referencia a una multa ya pagada o un vídeo ofensivo está colgado en la red deberían eliminarse, pero me da qué pensar en el tipo de vida que habrá experimentado alguien que quiere borrar todas sus huellas digitales, ¿quién quiere desaparecer ha sido feliz? Quizás solo quiere conseguir con esta última voluntad arte o poesía…
Hay una frase que no recuerdo de quién es (lo siento, estoy escribiendo de carrerilla, ¡estoy inspirada!) que dice que todos los libros tienen un último lector y todas las tumbas un último visitante.
En la genealogía resucitamos memorias, pero si no hemos tenido contacto real con las personas del árbol y solo nos quedan fotos y documentos, no podemos tener un sentimiento vívido por ellas, por mucho que sean antepasados.
Yo, por ejemplo, me hago cargo de que a mis abuelos después de que muramos sus nietos nadie, ni uno de sus descendientes, les van a recordar con sentimiento real, mis cuatro abuelos van a ser cuatro personas más de esos árboles y lo mismo pasará conmigo… Y así está bien.
Y por último una reflexión, ¿cuántos de nuestros antepasados querrían que indagáramos en sus vidas y cuántos que les dejásemos en paz?
Y tú qué crees que es peor…
¿Una damnatio memoriae o el derecho al olvido?
Fotografía: Enrique Domínguez
Yo creo que hay que ser recordado como persona, sin rótulos de ningún tipo no?
Puedes concretar más lo de ser recordado como persona, por favor.
Entiendo lo de “sin rótulos” pero los datos que recaudes de un muerto hablan por si solos, hiciste eso o aquello y eso te define de alguna forma para los que te conocieron o no. Los recuerdos van unidos a emociones así que no creo que sea posible recordar sin implicarse.
Hola Mireia
Excelente tema.
Yo si quisiera que dentro de algúnas décadas, cuando yo ya no esté mas en este mundo, mis descendientes supieran quien fui yo.
No me hago muchas ilusiones acerca de que les interese mucho ni que se pongan a investigar sobre mi, pues a poca gente le gusta la genealogía (incluyendo a mi familia), me conformo con que sepan que fui un hombre de bien.
Saludos
Roberto, lo de hombre de bien me ha legado al alma. 🙂
Me parece que en todo esto lo fundamental es el respeto. Yo me emociono cuando descubro detalles de las vidas de mis antepasados a los que no conocí y creo que a nadie le puede molestar que a uno le recuerden con respeto y hasta con “cariño”. Debemos aceptar a las personas como son, o como fueron y en cuanto a nosotros mismos, que nos recuerde alguien después de irnos debe ser motivo de orgullo o, al menos, no de rechazo.
Bonitas reflexiones, Victoria
Gracias por tu aportación!
Interesante reflexión. El comentario de Victoria tiene la clave: tratar a las personas con respeto.
Mi tatarabuelo murió en la cárcel a principios del siglo XX pero nunca supimos exactamente porqué. Era una historia que se había contado de generación a generación, pero muy a grandes rasgos. Sus hijas (las abuelas de mi madre) lo pasaron relativamente mal y no contaron mucho a sus hijas ( mi abuela y su hermana).
Al cabo de los años, cuando investigué un poco más la historia familiar, encontré en la hemeroteca digital más noticias sobre el caso y su juicio.
Conté la historia en el mini blog familiar (con mucho respeto, creo) y a sus sus tataranietos y bisnietos nos resultó positivo saber por fin qué había pasado.
Lo que no sé es si a mi tatarabuelo le hubiera gustado que se contara. Como bien dices, sólo cuento de él una pequeña parte de su vida.
Hola Daniel,
La genealogía tiene el deber de ser respetuosa pero es tan subjetiva y remueve tantas emociones que es una aspiración que no todos cumplen cuando descubren alguna historia familiar impactante.
A pesar de que los antepasados estén muertos merecen respeto, que no veneración… Aunque la palabra respeto no significa lo mismo para todos debemos aspirar a ser cuidadosos con la intimidad de vivos y muertos siempre que el secreto que escondan no afecte a la identidad de otras personas que están dispuestas a saber.
Un abrazo
Un abrazo
Hola a todos, yo pienso que siempre hay que recordar a alguien, sobre todo porque cuando un ser querido desaparece del plano físico, tendemos a recordar los momentos felices. Me resisto a pensar que las personas pasemos sin pena ni gloria, todos dejamos algún tipo de huella.
También pienso que, si mi árbol sigue la línea, mi biznieta tendrá las mismas inquietudes o muchas de las mias, así que también será una entusiasta del Transgeneracional entre otras. Cuando me siento inspirada, escribo, alguien lo leerá algún día y no me preocupa lo que piensen, porque estoy segura que dirán ” anda, lo que dice mi bisa, qué interesante”.
Gracias por tu generosidad Mireia.
Un saludo.