Trabajo para personas valientes que se atreven a mirar a su pasado, a revivir y soltar emociones dolorosas para ser más auténticas y acompañar mejor a sus hijos, alumnos, clientes, ciudadanos, etc. Olga Merino es una de ellas, una tataranieta que capitanea un proyecto muy necesario: Buscando a Olga en el que enseña como la poesía es una gran forma de trabajar los bloqueos emocionales.
Olga se vino a uno de los últimos talleres de genealogía con ganas de obtener una nueva visión de su historia familiar y ha querido escribir estas líneas para compartir sus inquietudes personales y familiares y la experiencia en el taller. ¡Gracias Olga por tu generosidad!
La fotografía que ves sobre estas líneas, y otra más en la que estoy junto a mi madre, es todo el patrimonio fotográfico familiar que he sido capaz de conseguir y conservar.
Como decía el personaje de Jack Nicholson en Mejor Imposible, las infancias de unos transcurren entre lagos, algodón de azúcar y atardeceres sentados en el regazo del abuelo.
Y las de otros, como la mía, son una prueba de supervivencia desde el minuto uno.
Me cuesta hablar de mi familia sin que me duela un poco. Con el tiempo me ha ido aliviando saber que muchos otros hijos, hermanos, sobrinos, nietos… también tienen una relación compleja con sus parientes.
Me considero a mí misma una oveja negra. Desde que puedo recordar, ellos me parecían seres de otro mundo, y yo a ellos les debía parecer una extraterrestre. Una extraterrestre que les ponía muy nerviosa.
El resultado ha sido que casi todas las Navidades me voy de viaje porque sé que voy a pasarlas sin ver ni a uno solo de mis parientes, igual que los cumpleaños. A pesar de todos los refugios que me he ido construyendo, me sigue escociendo. Ese es el poder que tiene el grupo familiar: somos relaciones y somos tribu.
Esa discordancia entre mi familia y yo, ¿tiene una explicación genética? ¿Son tal vez los resortes psicológicos ocultos que hacen que escojas precisamente lo que lleva de cráneo a tu familia? ¿O puede explicarse por unos padres con mentalidad patriarcal a los que les sale una hija periodística, viajera, alérgica a la maternidad y con tendencia a tener novios y novias? ¿Qué explica que mi madre le tuviera manía a otras mujeres? ¿Era porque le recordaban demasiado a ella misma? ¿Porque fue lo que le enseñaron? ¿Porque yo me negaba a cumplir los mandatos de género y rechazaba ejercer de asistente doméstica?
La explicación es tan compleja que hay días en que me parece un laberinto. Pero estoy convencida de que los laberintos están para entrar y salir de ellos. Y que cuando sales lo haces convertida en una persona más sabia y más humana.
Hace unas semanas me apunté, en plan actividad extraescolar, a uno de los talleres de tataranietos.
La vida tiene esas cosas: una se va «de picnic» un sábado y le acaba cayendo encima toda la historia familiar en diez minutos.
Me bastó hablar cinco minutos para que Mireia viera por dónde tirar del hilo, empezando por mi nombre. Precisamente en ese momento, estaba poniendo en marcha un negocio digital que lleva mi (segundo) nombre. Ya se sabe que el nombre que le das a un proyecto de empresa es importante, y mucho más cuando es tan personal como el mío.
Cada pregunta de Mireia hacia brotar un río de información y puntos que de repente se unían después de décadas flotando en el espacio.
En cierto momento estaba yo explicando que mi madre prácticamente analfabeta escribía poesía, cuando caí en la cuenta de que mi primer producto digital es… (sí, lo has adivinado) un curso de poesía terapéutica.
Ahí fue cuando empezaron a brotar las lágrimas. (Y sospecho que en estas cosas familiares, las lágrimas no son una novedad).
Pero fue un alivio poder empezar a ver un sentido a una historia vital tan tormentosa.
Para mí, una rata de biblioteca que durante muchos años ha tenido cuadernos en blanco en lugar de amigos, es terapéutico poder empezar a esbozar un relato del porqué de una relación tan difícil.
De momento he escrito el principio de la historia. Y en el horizonte veo el nudo del relato, esperándome, como una aventura, para la que estoy dispuesta a viajar en el tiempo y el espacio, probablemente de la mano de Mireia, dada mi ignorancia completa de los asuntos genealógicos y la humanidad y empatía con que trata historias tan delicadas.
Yo ya no puedo dar vuelta atrás, ni deshacer decisiones que resultaron ser definitivas o callar las palabras que hicieron que todo diera un giro.
Pero sí puedo, a partir de lo que descubra de sus vidas y de nuestra historia compartida, tratar de escribir la historia de ese desencuentro, desde la compasión para ellos y para mí, a partes iguales. Vaya que sí lo voy a hacer.
No tengo ninguna duda. Los humanos somos historias, historias compartidas y colectivas a las que necesitamos dar un sentido.
Hola Olga,
Yo también me he apuntado a un taller 4×4. Leer tu experiencia confirma que mi decisión es acertada. No imagino el alcance de tu “laberinto”, puesto que sólo con decir que no conservas más que dos fotografías familiares a modo de testimonio gráfico de toda una vida, … tela marinera !.
Yo confío en enderezar un poco el mío y a ver si esos temitas que hay por ahí enquistados, que no ha habido manera de descifrar con psicologías y más psicologías, se neutralizan para siempre o, quizás, soy capaz de resolverlos desde “dentro” y desde mi clan, como bien te explicas en el blog.
Un saludo.
Hola Esther,
Estoy contenta de que vengas al próximo taller 4 x 4. Es un taller muy mágico, seguro que encuentras una nueva perspectiva sobre tu historia familiar que te ayude a entenderla mejor.
Hasta pronto!