Una película con nombre de árbol tenía muchos puntos para gustarme, sí, así ha sido. El olivo es una gran película genealógica dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Anna Castillo, Javier Gutiérrez y Pep Ambròs. Sus diálogos y sus situaciones son un canto a la vida y al entendimiento entre generaciones.
Confieso que me he visto reflejada en la relación que la protagonista, Alma, tiene con su abuelo Ramón. Yo pasé muchas horas de mi infancia con mi yayo yendo y viniendo, disfrutando de las pequeñas cosas que hacen grande la vida. Recuerdo con emoción la de veces que fuimos a recoger piñones al Hospital de Sant Pau, muchos de esos pinos ya no están, su sombra debía molestar a yo que sé quién…
Yo tuve una relación especial con mi abuelo, me sigo acordando mucho de él y sus batallitas que he apuntado cuidadosamente en mi árbol genealógico. También vi enmudecer paulatinamente a mi abuela debido a su enfermedad. En vida hubiera hecho todo lo que necesitasen, una vez muertos vivo en su casa y cuido de su memoria.
Alma empatiza con su abuelo, con su duelo, con su mutismo, con su amor por la tierra y sus árboles y vive enfadada con su padre, con su codicia conservadora, con la decisión de vender un olivo milenario que acaba haciendo bonito en una empresa de Alemania.
El olivo es la historia de la sociedad española, de la crisis de valores, de tres generaciones que conviven con tirantez: padres que no se esfuerzan en comprender a sus hijos, hijos que se sienten maltratados por sus padres y mucho silencio.
Una película que te emocionará y te hará reflexionar al respecto de tus desencuentros intergeneracionales y que además, te reconectará con la necesidad de que te impliques en respetar la naturaleza, que merece ser honrada y cuidada para dejarla en herencia a nuestros descendientes.
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