¿Qué nos convierte en familia?
¿Los genes o la crianza?
¿La sangre o los afectos?
¿Tiene tanta importancia transmitir nuestro ADN a nuestros descendientes?
A lo largo de la historia de las familias siempre podremos encontrar adopciones, acogimientos y apadrinamientos, los pater familias romanos podían escoger a quien prohijar compartiera con aquella persona genes o no y también lo contrario, retirar esa categoría de parentesco a un descendiente biológico.
Además, las infidelidades y las violaciones fuera del matrimonio se han producido con frecuencia, así que muchos hijos no han compartido ese 50 % de genética con su padre legal y de crianza. Y en la actualidad las técnicas de reproducción asistida nos están brindando la oportunidad de utilizar material genético ajeno (espermatozoides, óvulos o embriones) para conseguir ser padres.
¿La sangre es más espesa que el agua?
Nuestra genética es importante, cierto y nuestro vínculo con las personas a quien debemos nuestra existencia es real aunque desconozcamos su identidad.
Aun así, creo firmemente que paternar, maternar y ser abuelo de personas cuya genética no provenga de la nuestra no nos hace menos padres y abuelos ya sea por la vía de la crianza de los hijos de nuestra pareja o de otro miembro de la familia, el acogimiento, la adopción o la recepción de gametos y embriones.
Las familias se construyen y reconstruyen a base de tiempo y crianza. Al fin y al cabo nuestros hijos y nietos no son sangre de nuestra sangre, carne de nuestras entrañas, son hijos de nuestra alma y de nuestro corazón.
El abuelo que buscaba a su “verdadera” nieta
Hace tiempo que tenía pendiente ver una película preciosa y genealógicamente muy interesante: El abuelo, dirigida en 1998 por José Luis Garci basada en la novela de Benito Pérez Galdós y protagonizada por Fernando Fernán-Gómez quien interpreta a Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán.
Te la recomiendo muchísimo para entender a través de unos diálogos de alto nivel cuál era el sistema de valores de principios de siglo XX. En esta escena tan tensa se ve reflejada esa época…
El Conde ya viejo y desanimado por sus fracasos personales, regresa a su pueblo después de una larga ausencia para resolver así un enigma familiar antes de morir: ¿Cuál de sus nietas es realmente la heredera de su linaje?
Su nuera Doña Lucrecia fue infiel a su difunto hijo con un pintor. ¿Será Nelly o será Dolly la hija bastarda? Ellas son dos hermanas afectuosas y cariñosas, especialmente Dolly, la preferida del Conde.
Hacia el final de la película Don Rodrigo pregunta al maestro de las niñas: “¿Si te dieran a escoger entre el honor y el amor qué harías?” y su amigo le responde “Si del honor pudiéramos hacer cosa material sería muy bueno para abonar las tierras”.
¡Ay, el honor, la sangre y la genética cuántos dolores de cabeza dio y sigue dando!
Los tiempos cambiaron a principios del siglo XX y vuelven a cambiar en el XXI.
Como dice el Conde de Albrit: “Somos prisioneros del tiempo”.
Yo estoy de acuerdo con el personaje, sí, todos somos prisioneros del tiempo que nos ha tocado vivir, de nuestra cultura.
Ahora solo algunos nostálgicos siguen hablando de linajes, el resto de los mortales formamos familias y no perseguimos la gloria.
En nuestras familias ponemos nuestras esperanzas, energías y corazón.
Los vínculos con nuestros hijos y nietos genéticos, o no, son únicos, especiales y reales.
Sigamos por ese camino y construyamos árboles genealógicos donde quepan todos.
Si te resistes a hacerlo, ¿te gustaría hablarlo conmigo y explicarme por qué?
¿Sangre de mi sangre?
¿Hijo de mi alma y de mi corazón?
Fotografía: flickr.com/commons
Creo que somos una mezla, un producto formado por nuestra genética, nuestro entorno familiar, social y cultural. En algunas personas hay una influencia mayor de alguna de estas partes, pero la mezcla es segura.
Reconozco que cuando comencé a leerte me chocó mucho tu idea de incluir en nuestro Árbol a personas importantes para nosotros fueran o no parientes de sangre. Me parecía que era un sinsentido y que la razón de hacer una investigación genealógica era precisamente encontrar a nuestros antepasados para saber de dónde veníamos. Por otro lado, en mi avance en la investigación de mi familia, cada vez veía más interesante incluir en mis archivos, notas, etc. a personas, mascotas, etc. que no tenían lazos sanguíneos pero que eran fundamentales en la historia familiar.
Me parece estupendo que la genealogía cambie con los tiempos, se adapte y aporte soluciones para incluir los distintos tipos y situaciones familiares. Si no fuera así, acabaría por dejar de tener interés y utilidad.
Hola Victoria,
Sí, tienes razón, somos mezcla. Me alegro un montón de que lo que escribo te vaya haciendo repensar tu árbol genealógico.
La genealogía tiene que renovarse, como bien dices, sino dejará de tener sentido.
Un abrazo!