Manuel Peña me encargó una pequeña investigación el año pasado y hace poco volvió a escribirme para contarme cómo iban sus pesquisas, con su permiso lo comparto en el blog.
Después de leerle, encontrarás mis reflexiones sobre su caso…
“Hola Mireia,
Tantas veces te escribí para pedirte opinión y consejos pero hoy lo hago para contarte mi experiencia bastante rara respecto a mi árbol.
Empecé a elaborar mi árbol hace años cuando aún vivían familiares de mis antepasados. Todos ellos me ayudaron muy ilusionados pudiendo comprobar que se conocían los nombres de muchas generaciones de memoria sin tener que recurrir a ningún documento. Y no sólo esto; pues tanto la familia de mi padre como la de mi madre se conocían entre ellos todo de todos, no sólo nombres y anécdotas, sino detalles increíbles.
Tuve mucha suerte; quizá demasiada suerte. Más aún cuando el párroco directamente me dio la llave del archivo para que yo investigara a mi aire como quisiera, y cuando quisiera. Y encima comprobé que casi todos mis antepasados eran de aquel pueblo y había archivo desde mediados del siglo XVI.
Para organizarme un poco me imprimí unas pequeñas fichas donde anotaría fechas y algún que otro hecho reseñable que acaso pudiera encontrar. Destiné cuatro fichas para los abuelos, ocho para bisabuelos, diez y seis para tatarabuelos y así sucesivamente. Incluso busqué unas láminas estilo abanico donde podría anotarlos y enmarcarlos.
Todo fue bien hasta mis bisabuelos, efectivamente eran ocho; pero a partir de ahí mi árbol comenzó a cerrarse: el bisabuelo paterno era hermano del abuelo materno; los otros hubieron de ser dispensados por ser primos. . . Así sucesivamente cada vez más y más conforme avanzaba una y otra generación. Todos mis antepasados son tres o cuatro familias que forman una sola y que ha ido emparentando entre sí durante generaciones y siglos. Si alguno se salvaba pronto aparecía alguno de los apellidos. Los mismos apellidos repetidos una y mil veces hasta el hartazgo y la desesperación.
A final mi árbol genealógico es algo que nadie comprende, ni siquiera yo, un lío infinito, una telaraña de políticas familiares, de intereses, afinidades que se multiplican en cada generación hasta llegar al 1600 donde decidí parar abrumado por tal novelón. Mi árbol no se abre en ramas cada vez más finas sino que cada vez se cierra más y más en un tronco común.
Dos de ellos están libres de todo esto pues eran de otro pueblo. tu compañero Fernando Hidalgo, que tú me recomendaste, me consiguió varias generaciones que aportaron un poco de aire fresco a mi árbol y a mí también.
Era solo eso, contarte mi experiencia por si te sirve para hablar alguna vez de ella. Aunque no se sí esto será muy común o es demasiado rollo.
Bueno; en todo caso gracias por escucharme, y por estar ahí trabajando en temas tan apasionantes.”
Ya respondí a Manuel contándole que he visto algunos árboles genealógicos como el suyo, que no se expanden y que confluyen una y otra vez, como dice él, en un tronco.
El mío en particular no es así, se bifurca en muchas ramas, aunque hay endogamia como en el de cualquiera, tengo antepasados repartidos por toda la geografía española lo que complica mis búsquedas ya que tengo que organizar periódicamente viajes genealógicos.
Siempre pensé que era una suerte poder concentrar las búsquedas en unas pocas poblaciones ya que eso permitía que los esfuerzos logísticos dieran buenos resultados, eso si los responsables de los archivos estaban dispuestos a servir la documentación (en el caso de que el cura de un pueblo no quiere colaborar para que consultemos los libros parroquiales todo se complica).
Nunca me puse a pensar que la endogamia pudiera causar desasosiego, aunque leyendo a Manuel entiendo perfectamente que le desconcierte las circunstancias de su genealogía.
En épocas pasadas en los municipios pequeños y aislados los matrimonios se concertaban entre paisanos que estaban relacionados por vía consanguínea en segundo, tercer, cuarto grado o más. Era una cuestión tratos, pactos y de familiaridad (más vale malo conocido, que bueno por conocer).
Otra cosa que le comenté, ya que me da la impresión de que necesitaba orden, es que le vendría muy bien utilizar algún programa de genealogía para no hacerse un lío con las generaciones y los antepasados repetidos. Trasladar en papel un árbol así en fichas puede resultar confuso.
¿En tu árbol hay mucha endogamia?
¿Cómo es tu genealogía?
Fotografía: Enrique Domínguez
Coincido con la presentación del árbol de Manuel. Por linea materna, mis abuelos eran primos carnales al igual que sus padres eran primos entre si y entre tantos. Posteriormente, tengo más y más primos. Llega un momento que mis padres también son familiares entre ellos siendo de diferentes sitios. Pero Manuel, no desesperes, lo peor es tener un hijo de padre desconocido… que te vuelves loco para intentar buscar algo y para terminar comentar que tengo unos simpáticos (que de simpáticos no tienen nada) que eran 8 hermanos y los ocho siguen ocho lineas diferentes y que no tienen nada que ver posteriormente y que hacen que se recoja mucho más el árbol y son “Peña” jeje. Es bonito ver que todos tenemos cosas de éstas. Un saludo.
Ya ves Manuel, no eres el único!
En mi árbol, en general, no hay tanta endogamia como en otros, pero eso depende sobre todo de los pueblos. Cuanto más pequeña sea la localidad, mas probabilidad de que unos y otros vuelan a encontrarse. Si que tengo un pueblo donde esto se da mucho.
Hay que verle también las ventajas: si hay endogamia, mas posibilidades de disponer de alguna dispensa para investigar, que dan mucho datos.
Para estos caso creo que es mejor usar programas tipo genograma para intentar no perderse tanto ya que permite mas flexibilidad a la hora de organizar a las personas, identificarlos por colores, marcar las relaciones entre ellos, etc.
Hola! En un caso que conozco así era para que las tierras se quedaran en la familia… No sé di será tb el caso de Manuel…
Oí contar a una mujer cómo fue a casa de su primo y le dijo: ” entre tus tierras y las mías, bien saldríamos adelante’… Y se casaron…Primos segundos eran
Mi árbol también es como el de Manuel, y los árboles que he hecho para otras personas también del mismo pueblo son así de cerrados y repetitivos.
Hola Anna Belén,
Nos sorprende pero en pueblos pequeños es lo más probable, la endogamia era más habitual que en pueblos grandes y ciudades por la estrechez del lugar.
Saludos