En el libro La llave de la buena vida de Joan Garriga leí los últimos versos de un poema de Miguel Hernández titulado “Hijo de la luz y de la sombra”
“Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo”.
Cuatro líneas que me conmovieron, así que me propuse buscar el poema completo en Internet y comprobé que es especialmente bello y genealógico.
No me extraña que Joan Manel Serrat lo musicara en 2010.
Ojalá todos pudiéramos decir a las personas que más queremos (no solo a nuestras parejas)…
“No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana”.
Ojalá, pero pocos son los que están preparados para ello.
Todos somos hijos de la luz y de la sombra (que no solo de un hombre y de una mujer).
Todos somos fruto del amor, de la alegría de la vida y de las miserias y la sexualidad incomprendida.
Si aceptamos que somos ambas cosas lo tendremos más fácil para avanzar en nuestro proyecto vital.
Así que espero que te sumerjas en el poema, busca un momento de tranquilidad para leerlo o escucharlo, vale la pena. Será tan potente como una meditación.
Si además quieres compartir conmigo tus luces y tus sombras puedes hacerlo en una sesión de análisis del árbol genealógico o en el curso en línea Mi árbol y yo.
¿Qué te ha transmitido el poema de Miguel Hernández?
¿Reconoces tus luces y tus sombras?
Fotografía: Enrique Domínguez
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