Maite-Jone Solar, una tataranieta seguidora, me ha hecho llegar unas reflexiones sobre los recuerdos que se activan cuando vendemos una propiedad en herencia, una parte de nosotros se va cuando tomamos decisiones ineludibles sobre nuestro patrimonio. Disfruta del texto…
“Mi abuela vivía en un piso en un pueblo de la margen izquierda de Bizkaia, en Sestao, un pueblo industrial. Sestao no es el típico pueblito “bonito”, pero así como Sevilla, Sestao también tiene un color especial. A Sestao fueron a vivir muchos emigrantes (como mis abuelos, de Cantabria) para trabajar en la industria (altos hornos, la naval, la walco…) y a pesar del cambio la mayoría se sintió como en casa. Eran de Sestao y sus hijos también, ¡y sus nietos!
Yo no nací en Sestao, ni tampoco viví, pero pasé mucho tiempo y mi padre nació allí, así que soy un poco de Sestao ( y orgullosa de serlo). Las cuadrillas por la calle la pela, todavia hoy se ven, dando vida al pueblo, relacionándose… Puedes buscar a alguien hoy en día sin necesidad de telefono, a partir de las siete (los más tradicionales a las ocho) ¡Seguro que están por la pela! Los jóvenes son más de marianitos antes de comer los sábados y domingos, pero los veteranos no fallan un “txikiteo” diario (por lo menos).
Tengo muchos recuerdos de mi infancia de Sestao, me acuerdo jugando en la piedrilla (debajo de casa de mi abuela), donde también jugó mi padre, acompañando a mi abuela a “la cope” (cooperativa de trabajadores vascos) donde se pagaba con una libreta! (lo que ahora se hace con la tarjeta Alcampo, vaya, pero en vintage), recuerdo “descubrir” el pueblo “fugándonos” de la piedrilla para acabar a menos de 100 metros de casa pensando que habíamos descubierto América, reíros, pero a los 6 años es lo que hay, si, antes los niños eramos bastante mas libres y jugábamos en los parques sin madres histéricas alrededor vigilando que no te caigas o que no te pegues con otros niños 😉 , recuerdo la tienda de golosinas de al lado de casa donde me compraba cebolletas rojas más grandes que yo.
Recuerdo andar por la Gran Vía de la mano de mi abuela, la plaza del casco…¡tantas cosas! Pero también recuerdo cosas dentro de la casa. Recuerdo dormirme con el ruido de los coches que pasaban, recuerdo llenar la cocina de palomas poniéndoles pan, recuerdo descolgar el telefonillo y decir cosas o cantar villancicos mientras mi primo miraba las reacciones de la gente por la ventana, jugar con los juguetes de mi padre, si! Una caja llena de indios, vaqueros, caballos, algún tren… recuerdo una mula que echaba cigarros por el culo (este juguete hoy en día estaría muy mal visto ja ja ja), recuerdo el ruido de los armarios de la cocina al abrirse y cerrarse, ¡todavía puedo oírlo!
Recuerdo admirar el suelo del baño con azulejos de mosaico en blanco formando círculos negros y grises, las paredes con papel (como antes), el suelo enmoquetado, esos sofás rojos de piel o imitación que están en casa de todas las abuelas, las noches de reyes (ocho o nueve personas cenando en una sala de unos 15 metros cuadrados (si llega), una de las camas de la casa me encanta, en ella dormían mis tíos cuando se quedaban, como se puede tener cariño a una cama? ¡Pues sí, se puede, y mucho!
Esos son algunos de mis recuerdos de la casa de mi abuela, ahora, como en muchos casos la casa se vende cuando fallecen los abuelos, es lógico, pero no por ello da menos pena, al fin y al cabo la casa de una abuela siempre está llena de recuerdos… Recuerdos que no se pueden vender, ni borrar, recuerdos que permanecen en nosotros, yo seguiré recordando ese ruido de los armarios de la cocina abriéndose o cerrándose e inevitablemente vendrá a mi mente la imagen de mi abuela preparándome un Cola Cao con leche calentada en un cazo que me tomaba en la taza azul.”
¿Qué recuerdas de la casa de tu abuela?
¿Te has puesto nostálgico?
Fotografía: Maite-Jone Solar
Qué bonito, cómo me ha gustado este recuerdo a la casa de la abuela!!
Me identifico enormemente y confieso que desde que lo he leído esta mañana llevo recordando cosas de mi propia abuela y de su casa de la que tantas cosas guardo ahora en la mía.
Me costó mucho recogerla y vaciarla para venderla. Tanto mi hermana como yo pasamos muchos días decidiendo qué guardar y qué tirar (con gran dolor casi siempre).
Pero lo más impresionante es el recuerdo de sonidos y de olores, tan presentes ahora como hace ya cuarenta años.
Hola Victoria,
Me alegro de que el post de Maite-Jone te traiga tus propios recuerdos.
Saludos!