
Asexual, biromántica, intersexual, mujer, cis, blanca, racializada, gorda, privilegiada, obrera, monógama, sorda, vegana, celiaca, agnóstica, liberal, anarquista, bimbo, nerd, neurotípica, disca, kpoper, friki, alcohólica, bulímica, esquizofrénica, PAS, gemela solitaria, doliente, millenial, vieja, charnega, migrante…
¡Cuántas etiquetas seguidas!
¿Leerlas como te hace sentir?
Solo unas pocas de las de arriba me definen a mí, otras nada tiene que ver conmigo. ¿Y contigo?
He escuchado a bastante gente expresar que no necesita etiquetas, que huye de etiquetas, que no se etiqueta y siempre que me topo con alguien que dice algo parecido pienso varias cosas:
- que tiene el derecho a no definirse, faltaría más…
- pero que para no hacerlo hay que tener motivos…
- ¿Quizás es que es una persona privilegiada en un determinado ámbito, que se siente tan normal que no necesita definirse en esa esfera de su vida?
Es como las demás, ya está, sin etiquetas, ¿para qué consteñirse? - ¿Quizás es que tema el estigma y el cuestionamiento implicitos si se define de una determinada forma?
No quiere incomodar y menos sentirse diferente, incluso que le lleguen a señalar o perseguir. - ¿Quizás es que fluya entre varias etiquetas o quizás esté en cuestionamiento?
Está hecho un lío o no tiene suficiente información sobre determinadas definiciones. - ¿Quizás es que no tiene referentes de personas identificadas con algunas etiquetas?
¿Puede que sienta una impostora? - ¿Quizás es que está harta de algunas etiquetas que le han ido atribuyendo a lo largo de su vida?
Las etiquetas, sobre todo las negativas, pueden llegar a ser una carga.
Las etiquetas son necesarias
Las etiquetas hablan de cualidades, preferencias, identidades, ideales, privilegios, opresiones…
Son necesarias para comunicarnos, para describir, para saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos, para precisar lo que es evidente y aclarar lo confuso.
Es imposible que no te etiquetes nunca, que no etiquetes a otras personas y que ellas no te etiqueten a ti. Tenemos un cerebro que está diseñado para eso, para prejuzgar y juzgar personas, calificarlas, clasificarlas y así hacernos la vida más fácil.
Puede que decidas no definirte en un aspecto de tu vida, por ejemplo tu orientación sexual, pero es imposible no hacerlo en todos los ámbitos de tu existencia. No en todas las facetas de tu existencia va a ser problemático elegir una categoría de las disponible, ¿verdad?
Cuestionar tus etiquetas es genial
Las que te has puesto y sobre todo las que te han impuesto.
¿Te han dicho que eres lista o más bien tonta?
¿Te han considerado guapa o fea?
¿Te califican de amable o de borde?
¿Tienen razón los demás respecto a como te ven?
¿Puedes ser mayoritariamente algo pero en ocasiones otra cosa?
En definitiva, ¿las etiquetas limitan tu vida o te ayudan a saber quién eres?
Las dos cosas.
Por eso hay etiquetas bien y etiquetas mal.
A veces cuesta mucho saber si la etiqueta es buena o mala para ti. Si te beneficia, si te alivia o si te encajona o hace sentir mal (la misma etiqueta a una persona le ayuda mientras que a otra le oprime).
Cuestionar etiquetas está bien y también es bueno rechazarlas, defenderlas, apropiarte de las etiquetas feas cambiándoles el significado y crear nuevas si no existe una apropiada para ti…
Las etiquetas binarias son un problema
Muchas personas se sienten incómodas cuando solo hay dos etiquetas opuestas con las que elegir definirse.
O eres esto o eres lo otro, pero…
El mundo tangible e intangible no es blanco o negro, así que ofrecer nada más que dos opciones para describir algo no simplifica, lo que se logra es borrar la diversidad.
Si el mundo no nos da más que dos ítems a escoger en verdad puede resultar un error etiquetarse.
¿Qué hago con mis etiquetas?
Mi propuesta es revisar las etiquetas que has recibido, tanto las que has asumido como las que estás en desacuerdo, hacer lo mismo con las que piensas que te definen y ver cúales estás apartando, rechazando o te resistes a utilizar, esas, esas son las más interesantes.
Puede que llegues a la conclusión de que hay una etiqueta que te define pero nadie esté dispuesto a validarla, es decir, que recibas muy poco apoyo (a veces silencio y a veces rechazo) cuando expreses esa parte de ti. Esa etiqueta te va a costar encarnarla y visibilizarla, pero esa seguramente es la etiqueta que más merece la pena exhibir si es que tanto incomoda.
Y que no se me olvide: las etiquetas pueden cambiar a lo largo de la vida. Lo que ayer te sirvió no es lo mismo que eres hoy ni serás mañana.
Un ejemplo propio: nací pelirroja, con el paso de bebé a niña mi pelo se volvió rubio y ahora con los años no soy ni una cosa ni otra, estoy dentro dentro de un espectro. Yo diría que soy pelirrubia, aunque según los diccionarios eso equivale a decir que soy rubia. A falta de mejores etiquetas resignifico el término pelirrubia para definirme como persona con un color de pelo ambiguo, una mezcla de ambos y ninguno a la vez. ¿Qué te parece?
Se valiente, arriesga y revisa qué etiquetas ya han caducado y cuáles son más acertadas y pertinentes para ti hoy.
Las etiquetas son peligrosas. Las que le sirven a uno para definirse son las mejores, las que otros nos imponen son las peores. En eso estoy de acuerdo. Pero no considero que haya etiquetas buenas o malas, es el uso que se hace de ellas. Me pusieron etiquetas supuestamente buenas: era buena estudiante, era obediente, era callada, era empática. Me pusieron malas etiquetas: fui rara, fui borde, fui rebelde, fui egoísta. Al final resultó que siempre fueron señales de mi neurodivergencia, y eran erróneas como etiquetas. Me hicieron daño tanto las etiquetas buenas como las malas. Hoy me pregunto cómo habría sido mi vida si alguien se hubiera dado cuenta de mi etiqueta real, incluso por parte de los médicos que me atendieron: neurodivergente. Explicaba mucho de unas conductas que no podía evitar, me habrían podido ayudar con mis problemas sociales y no me habrían hecho tanto daño los demás. El problema, aunque hoy sepa lo que siempre me ha pasado, es que no todo el mundo define igual las mismas etiquetas. Para algunas personas el autismo es falta de empatía (en realidad tenemos empatía emocional, el problema es con la empatía cognitiva), retraso mental (en el funcionamiento alto es más habitual una inteligencia media o incluso superior a esya), dependencia (soy autónoma) y más. Así que me definiré internamente con etiquetas esperando que me ayuden, pero voy a seguir huyendo de las etiquetas de los demás. Si algo he aprendido es que cualquier etiqueta que sea utilizada para sustituir mi complejidad como persona está siendo mal utilizada. Las etiquetas como categorías para describir son útiles. Cuando alguien las utiliza para encajonar, son lesivas. Y el problema es que la línia que separa la descripción con la imposición (entonces “Eres así”) es demasiado fina. Tengo otras etiquetas. No son malas. Pero me las callo porque están mal vistas por la sociedad o son comprendidas por aún menos personas. Yo sí huyo de las etiquetas. Me han hecho daño. No voy a dejar de utilizarlas para describirme, son útiles. Pero yo no soy una lista de etiquetas. Pueden ayudar a describirme, pero no permitiré que nadie me vuelva a encerrar en ellas.
Hola Una:
Gracias por tus reflexiones.
Ni tú ni nadie somos una lista de etiquetas pero nos gusten y no las necesitamos.
Abandaremos unas y otras las escondemos.
Unas son cómodas y otras un fastidio.
Unas pertinentes y otras injustas.
Ni buenas ni malas pero unas nos hacen bien y otras mal.
Espero que te sientas cada vez más cómoda con las que elijas.
Un abrazo
Gracias.
Un abrazo