
“Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo, y más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin de la familia”.
Sophie Lewis
Antes de ponerme en materia, una pregunta…
¿Cuándo has leído el título de este post qué se te ha pasado por la cabeza?
Tómate un tiempo para pensar en ello, por favor, y luego sigue leyendo
…
…
Si has asentido y has pensado algo así como “¡Alguien tenía que decirlo!” pues este post es para ti.
Y si te ha chocado, te ha ofendido o no entiendes a dónde quiero llegar con el titular pues también, ¡claro que sí!
¿Pero hay personas que quieren abolir la familia? ¿Por qué?
Haylas. Unas cuantas.
Karl Marx y Frederick Engels en el “Manifiesto Comunista” ya proponían acabar con la familia además del capital y algunas feministas de los años 60 y 70 del siglo pasado que estaban hartas de las desigualdades de género también imaginaron un mundo en que se criara en comunidad y no en hogares atomizados.
Ahora que estamos en el siglo XXI sigue habiendo personas no muy ruidosas, ya que no consiguen altavoces para expresar su punto de vista, que critican la institución y aunque no estemos de acuerdo con ellas, merece la pena escucharlas.
Estas personas consideran que la institución de la familia es un nido de violencias, las más intensas que una persona pueda vivir en una sociedad cisheteropatriarcal capitalista puesto que ocurren en petit comité.
Mal que nos pese, es en el seno de las familias donde actualmente se producen casi la mitad de los abusos sexuales a menores.
Durante siglos los padres y otros miembros de la familia con poder como abuelos, tíos y otros hermanos han ejercido control y represión sobre criaturas y mujeres aprovechando la intimidad de los hogares.
Los malos tratos y los abusos de menor y/o mayor gravedad, puntuales y/o sistemáticos han quedado en casa, han sido silenciados y se han tratado de esconder a los demás.
La violencia doméstica, la violencia de género y la violencia hacia las infancias ha gozado y goza de legitimación e impunidad gracias a leyes y costumbres machistas y adultocentristas.
Y aunque las sociedades han cambiado para bien, hay personas que siguen creyendo que a las esposas y a los hijos se les tiene que disciplinar para que obedezcan y que unas y otros tienen que ser moldeados a imagen y semejanza de los cabezas de familia.
¿Sería factible acabar con la familia en realidad?
Me parece muy complicado cambiar una pieza clave de nuestra estructura social aunque todo es posible… Desde luego si se llegara a hacer no sería de una generación para otra… Ni de un siglo para otro.
Todo este asunto me hace pensar en las personas que proponen acabar con el parejocentrismo (que demos a una relación de pareja prioridad absoluta respecto a las relaciones con otros familiares y amigos). Estas personas sí ofrecen alternativas a lo que critican como la anarquía relacional: establecer vínculos sin jerarquías con todas las personas importantes de tu vida: padres, parejas románticas y/o sexuales, amigos, hijos, etc.
Juan Carlos Pérez Cortés, autor del libro Anarquía relacional. La revolución desde los vínculos nos explica en estos vídeos qué es el anarquismo relacional y cuál es su propuesta transformadora…
Ciertamente podríamos organizar nuestra cotidianidad de una forma más horizontal, evitar rigideces y jerarquías, lo cual no significa dejar de reconocer los vínculos que nos unen a otras personas ni olvidarnos de cuidarnos los unos a los otros en la medida de nuestras posibilidades (básicamente según nuestra edad, habilidades, madurez y estado de salud).
¿Qué otra organización se propone para sustituirla?
Algunas personas no proponen nada, otras proponen volver a crear tribus, pero para mí esto último no sería abolir la familia.
Cambiar de familia nuclear a familia extensa es un cambio, pero no un cambio radical, porque en realidad venimos justo de allí.
La familia nuclear, papá, mamá y descendencia, es algo muy nuevo, no es una organización natural.
Siempre nos hemos organizado socialmente en grupos, solos no sobrevivimos, y en estos grupos hemos compartido la vida con otras personas con vinculación genética cercana, lejana o anedótica.
Ni los grupos de organización grandes ni los pequeños son garantía de harmonía y bienestar, en ambos pueden producirse situaciones graves de control y negligencia, así que igual el problema no es el número de personas con los que convivimos/relacionamos de forma íntima o relevante, ni tampoco como llamamos a esa institución.
A mí lo que me parece que puede hacer que convivamos de forma más pacífica son los valores de respeto a la diversidad, la flexibilidad y la empatía, valores que necesitamos que se promuevan y se practiquen universalmente.
¿Quieres saber más sobre la abolición de la familia?
Pues te propongo escuchar todas las conferencias que se hicieron en Traficantes de Sueños en 2021 bajo el título ¿Abolir la familia? Conflicto, nuevos conservadurismos, reproducción social y cuidados.
Y para acabar, por si no ha quedado claro, que conste que yo, que soy genealogista y mi cometido es estudiar la composición de las familias, no quiero abolir la institución, pero como reconozco sus defectos, sí que creo que debe ser siempre cuestionada para que evolucione y se adapte a la diversidad de formas de vivir y sentir.
¿Abolimos o no abolimos la familia?
¿Qué dices tú?
Fotografía: flickr.com/commons
Deja una respuesta