Este verano he visto tres películas que me han hecho reflexionar sobre la maternidad: los documentales A family affair y Amazona y la ficción de Ramón Salazar La enfermedad del domingo. Las tres tenían como protagonista una mala madre que abandonó a sus hijos para poder llevar la vida que deseaba, aun a sabiendas, u obviando, el daño emocional que la separación brusca provocaría en sus hijos.
En estos tres films son las madres las que un día “se van a por tabaco” y no vuelven, algo insólito para la generación a la que pertenecen en que las madres eran ángeles del hogar antes que nada. Marianne busca su propio bienestar en África, Val emprende un viaje por el Amazonas después de perder a una de sus hijas y Anabel se marcha repentinamente de casa para llevar una vida más estimulante.
Las mujeres que nacimos a finales del siglo XX en sociedades democráticas tenemos más libertad para decidir maternar o no, pero la mayoría de nuestras madres, nuestras abuelas y bisabuelas no tuvieron la oportunidad de elegir, de escoger qué hacer con su vida, no pudieron elegir marido, carrera profesional y tampoco si tener o no tener descendencia.
La mujeres en edad fértil seguimos estando presionadas para llevar una vida convencional (buscar pareja estable del sexo contrario y tener descendencia) y es por eso que muchas mujeres ya no sabemos si nuestros anhelos y propósitos de vida son nuestros o seguimos la corriente a los mandatos de género. Muchas acabamos escogiendo tener o no tener hijos por inercia, no por agencia (si este tema te interesa tengo una clase en línea en la que ahondo sobre estas cuestiones Maternidad y transgeneracional).
Y si alguna vez te decides a convertirte en madre de criaturas la presión se da para que seas una buena madre, solícita, disponible, amorosa, una mujer que pone por delante las necesidades de los vástagos a las suyas. La madre que nuestra cultura ha construido para poner el listón tan alto a las mujeres que ninguna pueda llegar a alcanzarlo y así frustrarse y ser más vulnerable.
Maternar criaturas no es para todas (también se puede maternar ideas, movimientos, animales…), maternar bebés y niños es duro, implica renuncias personales no previstas, por eso no es de extrañar que algunas mujeres que llegan a la maternidad coaccionadas o porque es lo que toca, se arrepientan, no me refiero a tener un momento “Ojalá no hubiera tenido hijos”, sino a llegar a experimentar una crisis personal que acabe empujándolas a renunciar a ejercer de buena madre para dar espacio a sus anhelos, a huir para vivir una vida sin cargas familiares, perseguir otros sueños lo formar otras familiares.
Pero la decisión de desaparecer de las vidas de tus hijos suele tomar a estos desprevenidos y deja una huella profunda que es difícil de superar si no se decide a hacer un proceso que implique entender a la madre y sus circunstancias. No se trata de ser benévolo, se trata de dejar de juzgar tan severamente, de echar mano de toda la empatía posible para comprender cómo reaccionó alguien acorralado por una vida que no quería tener y le hacía infeliz.
¿Tiene una madre que sacrificar sus sueños por sus hijos?
No, rotundamente no.
¿Son las madres de estas películas unas egoístas o son víctimas que logran tomar las riendas de su vida?
Según el punto de vista.
¿Puede una madre conciliar sus aspiraciones con el trabajo reproductivo sin tener que causar un tsunami a los que le rodean?
Sí, pero requiere que ella pida ayuda y se rodee de otras madres disidentes de los roles de género, comprensivas y creativas.
Espero que si tu madre no cumplió con el canon de buena madre, sepas verla desde otras perspectivas para hacer las paces con ella.
Y espero que si tú no encajas con el modelo de buena madre encuentres una forma de compaginar esta faceta con las demás.
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