Tu familia puede ser tu refugio o tu peor pesadilla.
Tu mayor apoyo o una fuente continua de problemas.
También un poco de ambas cosas.
En realidad, casi siempre nos encontramos con la tercera opción: tu familia te da un poco de cal y un poco de arena.
¿Y por qué?
Porque el roce hace el cariño pero también genera conflictos.
Los cuidados que recibimos y damos nos unen.
El amor nos hace sentir agradecimiento pero…
La convivencia crea tensiones inevitables.
Tensiones menores y tensiones graves que se solucionan con empatía y buena voluntad, o no…
Y si no, derivan en sentimientos permanentes de tristeza, miedo, rencor, etc.
La intimidad ha sido y es un asunto frágil, conseguir que cada miembro de una familia se sienta bien, comprendido, mirado y estimulado es una misión grupal bastante complicada aunque eso no quita que tengamos que aspirar a ello.
Lo que no se resuelve en la familia, se enquista en ti
Los temas del pasado familiar reciente y lejano que siguen pendientes de abordar te pueden hacer estar mental y emocionalmente ocupado, impidiendo relacionarte con presencia con tu familia viva elegida.
Estos conflictos pueden volver y volver hasta que se vuelven insoportables.
Son pensamientos resistentes, tensiones emocionales y enfermedades que nos minan nuestra calidad de vida, son bloqueos que se han gestado en la familia y no se solucionan porque no salen de ella.
Las violencias, los malos tratos, los abusos rara vez se hacen públicos.
El miedo, la vergüenza, la ira, la desolación, la desatención en la familia fueron y siguen siendo vividos en soledad.
Las emociones complicadas y contradictorias se gestionaron y siguen gestionándose en casa.
Por eso te animo a sacar al exterior, a hablarlas con alguien de confianza, profesional o no. Abre tus cajas de Pandora aunque no sea fácil, ni cómodo.
Resiente y suelta.
No guardes para ti lo que te ata al pasado.
No lo traspases a otra generación.
¿Qué es lo que en tu caso ha quedado en familia?
¿Por qué?
Imagen: flickr.com/commons
Deja una respuesta